Este sábado el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, inauguró la central eléctrica nuclear de Ostrovéts. Es la primera planta de este tipo en el país. El anuncio se da pese a las protestas de los Estados bálticos, especialmente de Lituania, que la consideran una amenaza a su seguridad por su cercanía.
Lukashenko dijo que “la central nuclear de Ostrovéts es un nuevo paso hacia el futuro, hacia la seguridad energética de Bielorrusia”. La nueva instalación aumentó a 400 megavatios la potencia del primero de los dos generadores que tendrá la planta. El mandatario subrayó que se trata de un “momento histórico”, al destacar que “hoy el país se ha convertido en una potencia nuclear”.
Agregó que el primer bloque de la planta generará el 20% de la electricidad que necesita el país y que “otro tanto o más” producirá el segundo. Se espera que la fase dos tenga una entrada en servicio para 2022.
“La puesta en marcha de la central dará un impulso para la captación de las tecnologías más avanzadas”, añadió el presidente. Señaló además que el país necesita una segunda central nuclear para “liberarse de la dependencia de los hidrocarburos”.
Protestas de los países vecinos
Según Lukashenko, la central de Ostrovéts es más moderna que las plantas nucleares que existen en otros países. ASegura que las dudas que se expresan sobre su seguridad, especialmente desde Lituania, tiene que ver con “la envidia y la competencia”. Según el presidente sus vecinos tienen un “rezago de 10 años” en la construcción de centrales nucleares.
El presidente lituano, Gitanas Nauseda, declaró el pasado martes que su país nunca se resignará a la amenaza que representa la central de Ostrovéts, que según Vilna ha sido construida sin cumplir la normas internacionales en materia de energía nuclear.
Nauseda aseguró que “Bielorrusia no atendió a los llamamientos a no crear amenazas a la población de la Unión Europea y a frenar la puesta en marcha de la central”. Ese mismo día, Lituania interrumpió la importación de energía eléctrica desde Bielorrusia.
La corporación nuclear estatal rusa Rosatom, que construyó la planta, ha rechazado las acusaciones de Lituania, diciendo que el diseño de la planta cumple con los más altos estándares internacionales, según lo confirmado por la Agencia Internacional de Energía Atómica.